jueves, 23 de octubre de 2008

Tenerife es mucho más que sol y playas

Si alguien nos dice que se va de vacaciones a Tenerife, enseguida pensamos: playas, guiris, juerga y buen tiempo. A lo largo de este artículo voy a intentar mostrar una cara diferente, pero mucho más atractiva para los amantes de ese "otro" turismo. La isla de Tenerife tiene dos partes muy bien definidas separadas por el impresionante Parque Nacional del Teide. Por un lado, el sur de grandes complejos hoteleros y especulación salvaje, visitado por turistas ingleses durante todo el año y con una rica vida nocturna. Por otro, el norte y oeste de la isla, que guardan durante todo el año el verdor de sus montañas y sus acantilados.



El Teide es el pico más alto de España (con 3.718 metros sobre el nivel del mar) que se erige imponente y visible desde toda la isla. Vale la pena subir andando hasta el mismo cráter (para eso hay que pedir un permiso en Santa Cruz), pasar la noche en el refugio y ver amanecer desde la cima. Si el día está claro se ven sin problemas todas las islas occidentales además de Gran Canaria. Si andar no es lo tuyo, la carretera que va desde La Laguna por la Esperanza hasta el Parque Nacional es la más espectacular. Para en todos los miradores, especialmente en el de Ortuño donde podrás contemplar la riqueza forestal de la isla (foto 1) y, si el día te lo permite, en la cara norte, el mar de nubes. Al ver las nubes desde arriba éstas se transforman en una especie de océano blanco en calma.

Teno y la zona de los barrancos

La punta de Teno es el pico más occidental de la Isla (el culo del pato). Se llega a través de una carretera peligrosa en la que suele haber desprendimientos por el fuerte viento que durante todo el año azota esta zona. Las vistas desde Teno son majestuosas con los acantilados de Los Gigantes (el nombre es bastante apropiado) dominando el panorama como inmensas paredes verticales que salen del mar. Desde Teno podemos coger dirección sur para atravesar la zona de Masca y los barrancos. Aunque el listón está muy alto, yo me atrevería a decir que estamos hablando de la parte más espectacular de todo Tenerife (foto 2). Aquí también existen rutas a pie que bajan el barranco hasta la playa, donde un barco va a recogernos y nos deja en Los Gigantes. No es apta para quienes sufren de vértigo, pues aunque no es peligrosa, esta ruta pasa muy cerca de los impresionantes riscos que se conservan verdes durante todo el año.



Turismo urbano

En el norte de Tenerife se encuentran también los pueblos más bonitos. Empezando por La Laguna, sede de la universidad y ciudad de estudiantes por excelencia. El centro urbano es Patrimonio de la Humanidad y sus casas señoriales del siglo XVI son el típico ejemplo de la arquitectura colonial española que después se llevaría a América (foto 3). La Laguna tiene la vida nocturna más rica de todo el norte de Tenerife.

En pleno Valle de la Orotava encontramos en municipio que le da nombre al valle. La Villa de la Orotava es una ciudad señorial donde habitaba la nobleza local. Sus grandes casas y palacetes y sus calles empedradas la convierten en la ciudad con más encanto de toda la Isla. Al lado de esta villa y con una arquitectura muy parecida está Icod de los Vinos, famosa por su Drago milenario, vigilado desde arriba por la cara norte del Teide.

Siguiendo la costa norte, aunque más cerca de Teno nos encontramos con el pueblecito de Garachico. Esta antigua ciudad pescadora conserva su encanto aunque ha vendido parte de su alma al turismo.



Playas

Aunque siempre se habla de las playas del sur de Tenerife como las únicas para visitar en toda la isla, las más espectaculares están en el norte. Son todas de arena negra y la mayoría de difícil acceso. A la playa de Los Patos en el Puerto de la Cruz sólo se puede llegar andando después de bajar durante unos 15 minutos por un camino abierto en el acantilado. El mar suele ser bravo en esta zona; por eso es un paraíso para los surfistas que vienen durante todo el año. Eso sí, el tiempo de playa suele acompañar más en el sur.

martes, 21 de octubre de 2008

Querrás regresar a Estambul

Cuando uno escribe sobre Estambul podría empezar echando mano de algún tópico de esos tan recurrentes: que si es una ciudad única (¿acaso hay alguna ciudad que no lo sea?), que si es un puente entre dos culturas y dos mundos, que si es como trasladarnos a las 1001 noches o insertarnos en una novela de Orhan Pamuk... El gran escritor turco tituló “Nieve” a los recuerdos de su infancia en Estambul. Y eso fue lo que nos encontramos nada más aterrizar: la antigua Constantinopla cubierta por un denso manto blanco. Visitar Estambul es siempre una delicia, pero si además, la ciudad te obsequia con una de sus nevadas invernales, corres el riesgo de quedar hechizado para el resto de tu vida.



Contrastes y gentes

Estambul es un microuniverso que concentra en sus calles toda la esencia turca: su historia, sus tradiciones y también sus contradicciones. Estambul es Istiklal, la calle comercial, donde los jóvenes se pasean en vaqueros, minifaldas o con el pelo pintado, como lo pueden hacer por la Gran Vía de Madrid o los Campos Elíseos de París. Estambul también es una mujer tapada de pies a cabeza que sólo enseña unos expresivos ojos pardos o un hombre con un enorme mostacho que invita amablemente a los turistas a tomar un té de manzana donde se ahogan las prisas. Estambul son mezquitas y retratos de Atatürk en cada tienda. Es pasión por el fútbol. Es el Bósforo. Son los pescadores que atestan el Puente Gálata bajo la atenta mirada del antiguo faro que guiaba a los barcos por el Cuerno de Oro. Estambul son sus atardeceres. Pero, sobre todo, Estambul es su gente hospitalaria y orgullosa. Y sus monumentos.



La Mezquita Azul, la más grande de la ciudad, es la única en todo el mundo con seis minaretes que se yerguen orgullosos frente a Santa Sofía. Esta imponente construcción bizantina está en obras constantes, pues el paso de los años y los terremotos han hecho que su pesada bóveda ponga en peligro la estructura. Dentro se conservan algunos de los más famosos mosaicos del Imperio Romano de Oriente. A la espalda de Ayasofya, el Palacio de Topkapi nos recuerda a Versalles por ser el centro de la corte otomana y por su decoración barroca del siglo XVIII. La Torre Gálata tiene las vistas más espectaculares de todo Estambul. Desde allí es imposible contar el número de banderas turcas y minaretes que dibujan el perfil de la ciudad. Es igual de difícil que encontrar el final de esta inmensa urbe de 11 millones de habitantes.

Piérdete por sus calles

A pesar de la belleza de sus monumentos, lo más recomendable para recorrer Estambul y empaparse bien de su peculiar atmósfera es dejar la guía en casa y reservar, al menos, un par de días para perderse por sus barrios. Allí es donde se cuece el auténtico Estambul; el olor a carne especiada, la llamada a la oración y el caos de su tráfico en hora punta. Estambul también puede presumir de una rica vida nocturna como cualquier otra ciudad europea. Podemos disfrutar de bares y discotecas gratis hasta altas horas de la madrugada o saborear una Efes Pilsen (muy recomendable) desde una de las miles de terrazas cercanas a la Plaza de Taksim.

Estambul tiene la capacidad de enamorar a quien la visita. Cuando la abandonas, piensas en ella todos los días deseando regresar. Aunque sólo pases una semana allí echarás de menos el Gran Bazar, el barrio de Pera o la Torre Gálata como si los hubieras tenido siempre y el olvido te los quisiera arrebatar de la memoria.

lunes, 20 de octubre de 2008

Londres, una ciudad que invita a quedarse

Hace poco alguien me dijo que todo el mundo debería pasar una temporada de su vida en Londres. No será por su exquisita gastronomía, ni por su tiempo paradisíaco, ni siquiera por el carácter sencillo de su gente. Pero todo eso, queda en segundo plano en una de las ciudades más activas del mundo. Lo cierto es que siempre hay algo que hacer en Londres: recorrer sus históricas calles, visitar sus innumerables museos, disfrutar de una extensa oferta cultural en sus teatros, frecuentar sus peculiares bares o comprar de todo en sus tiendas y mercadillos callejeros.

En las calles de Londres se mezclan gentes de todo tipo y procedencia. Estamos hablando, probablemente, de la ciudad más multicultural del mundo donde se combina el estilo de vida capitalista occidental de los ejecutivos de la City con las tradiciones más peculiares de todos los rincones del mundo. Más allá de los típicos monumentos (de visita obligatoria, por otra parte) son muy recomendables algunos rincones no tan turísticos como la placita Mile´s Yard en pleno Soho, con sus casitas de colores y sus terrazas para el buen tiempo. Los paseos por la capital británica son el plan más económico, sin duda, y seguro, el que más sorpresas puede deparar al visitante. Sorpresas como las pinturas del artista callejero Banksy; una colección de obras cargadas de reivindicación y dispersas por todos los rincones de Londres.



Vida cultural

Pero sin duda, el gran atractivo de Londres son sus numerosos y variados museos. Los amantes de la pintura no pueden dejar de visitar la National Gallery, un imponente edificio neoclásico en la cabecera de Trafalgar Square. Allí se pueden contemplar cuadros como “El Matrimonio Arnolfini” de Van Eyck. Para los que prefieren el arte moderno, en una antigua central eléctrica a orillas del Támesis, pueden visitar la Modern Tate Gallery que posee una gran colección de obras del siglo XX. Artistas como Dalí o Warhol son admirados a diario por miles de visitantes en esta galería.
Otra visita imprescindible es el British Museum aunque el visitante se dará cuenta de que debe elegir lo que quiere ver o repetir varios días. En el British se expone la mayor colección de objetos arqueológicos de Egipto, Grecia y Roma. Una colección tan grande que provoca en el visitante una duda razonable sobre la legitimidad con que fue adquirida. Un británico nos diría que gracias a que los súbditos de su Majestad se hicieron con esas piezas, hoy pueden contemplarse. Polémicas aparte, el British es una parada obligatoria para conocer mejor los orígenes de la civilización.



La entrada a todos los museos de Londres es gratuita. Otro plan cultural muy interesante es la visita a los teatros y musicales del West End aunque para ello sí debemos contar con gastarnos algunas libras. Junto a Broadway en Nueva York, el West End es el lugar con más oferta de musicales por metro cuadrado del mundo. Algunos recién estrenados y otros como “Cats” o “Los Miserables”, que presume de ser el que más tiempo se ha mantenido en cartel ininterrumpidamente (nada menos que desde 1985).

Ocio y negocio

Con la caída de la noche, la vida empieza a bullir en algunos rincones de la ciudad a un ritmo diferente. Camden Town, un barrio entero consagrado al “mercadilleo” por el día, se transforma durante la noche en lugar de encuentro de todo tipo de tribus urbanas. Quizá es el mercado al aire libre más famoso del Reino Unido aunque su carácter callejero no lo convierte precisamente en barato. Muchas baratijas, complementos, ropa, joyas... También en el centro de la ciudad podemos encontrar una intensa vida nocturna. Se puede empezar tomando una (o varias) pinta(s) en alguna de los típicos pubs ingleses. A las once y media la campana nos recuerda que debemos pedir la última y continuar la fiesta en otro lugar. Aunque tampoco os hagáis ilusiones porque si lo que queréis es salir a bailar sin pagar, será difícil encontrar un sitio que aguante más de las dos. A partir de esa hora, en los clubs se reúne la gente más “selecta” de Londres.

Es muy difícil reunir en un solo artículo todas las posibilidades que nos brinda la ciudad de Londres. Seguro que alguien echa en falta que hable de los paseos por Nothing Hill o por los increíbles parques que pueblan la ciudad del Támesis. Los aficionados al fútbol pensarán que me equivoco dejando de lado una visita al mítico estadio de Wembley o a Stamford Bridge. Lo cierto es que para sacarle todo el partido a Londres todo el mundo debería pasar una temporada de su vida allí.