Contrastes y gentes
Estambul es un microuniverso que concentra en sus calles toda la esencia turca: su historia, sus tradiciones y también sus contradicciones. Estambul es Istiklal, la calle comercial, donde los jóvenes se pasean en vaqueros, minifaldas o con el pelo pintado, como lo pueden hacer por la Gran Vía de Madrid o los Campos Elíseos de París. Estambul también es una mujer tapada de pies a cabeza que sólo enseña unos expresivos ojos pardos o un hombre con un enorme mostacho que invita amablemente a los turistas a tomar un té de manzana donde se ahogan las prisas. Estambul son mezquitas y retratos de Atatürk en cada tienda. Es pasión por el fútbol. Es el Bósforo. Son los pescadores que atestan el Puente Gálata bajo la atenta mirada del antiguo faro que guiaba a los barcos por el Cuerno de Oro. Estambul son sus atardeceres. Pero, sobre todo, Estambul es su gente hospitalaria y orgullosa. Y sus monumentos.
La Mezquita Azul, la más grande de la ciudad, es la única en todo el mundo con seis minaretes que se yerguen orgullosos frente a Santa Sofía. Esta imponente construcción bizantina está en obras constantes, pues el paso de los años y los terremotos han hecho que su pesada bóveda ponga en peligro la estructura. Dentro se conservan algunos de los más famosos mosaicos del Imperio Romano de Oriente. A la espalda de Ayasofya, el Palacio de Topkapi nos recuerda a Versalles por ser el centro de la corte otomana y por su decoración barroca del siglo XVIII. La Torre Gálata tiene las vistas más espectaculares de todo Estambul. Desde allí es imposible contar el número de banderas turcas y minaretes que dibujan el perfil de la ciudad. Es igual de difícil que encontrar el final de esta inmensa urbe de 11 millones de habitantes.
Piérdete por sus calles
A pesar de la belleza de sus monumentos, lo más recomendable para recorrer Estambul y empaparse bien de su peculiar atmósfera es dejar la guía en casa y reservar, al menos, un par de días para perderse por sus barrios. Allí es donde se cuece el auténtico Estambul; el olor a carne especiada, la llamada a la oración y el caos de su tráfico en hora punta. Estambul también puede presumir de una rica vida nocturna como cualquier otra ciudad europea. Podemos disfrutar de bares y discotecas gratis hasta altas horas de la madrugada o saborear una Efes Pilsen (muy recomendable) desde una de las miles de terrazas cercanas a la Plaza de Taksim.
Estambul tiene la capacidad de enamorar a quien la visita. Cuando la abandonas, piensas en ella todos los días deseando regresar. Aunque sólo pases una semana allí echarás de menos el Gran Bazar, el barrio de Pera o la Torre Gálata como si los hubieras tenido siempre y el olvido te los quisiera arrebatar de la memoria.
1 comentario:
Es un artículo precioso. Me han entrado unas ganas tremendas de ir a visitar Estammbul.
Da gusto leer lo que escribes, trasmites lo que sentistes, en cada una de las ciudades de las que hablas, a la perfección.
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