Esta semana nos vamos a Dublín; una ciudad en la que es imposible aburrirse. Y no sólo por sus pubs, sino también por sus calles atestadas de jóvenes de todo el mundo y por los edificios que nos recuerdan una historia convulsa y muy particular. Vayamos por partes. Un equilibrio entre juerga y turismo nos ayudará a descubrir una ciudad que cada vez enamora a más gente. Mucha gente elige Dublín como destino para pasar un periodo de sus vidas y aprender inglés. Esto es, según se dice, porque el carácter irlandés es mucho más amistoso que el inglés. Puede ser. Lo que tampoco se puede negar es que los dublineses han heredado muchos vicios de sus antiguos invasores: las apuestas, la pasión por el rugby y como no, las pintas de cerveza.
Historia y presenteEn
Dublín existen muchos lugares donde se puede contemplar de primera mano la fascinante
historia de Irlanda. En mitad de
O´Connell Street, la principal arteria de la ciudad, se levanta un pincho de acero de 120 metros de alto.
The Spire, que es como se conoce, se encuentra en el lugar donde se ubicó una columna dedicada al
Almirante Nelson, destruida por el
IRA en 1966. Hoy es un símbolo de una ciudad moderna y con un futuro lleno de luces.

La
prisión del barrio de Kilmainham, cerca de la fábrica de
Guinness, es todo un símbolo nacional, pues allí fueron fusilados los principales cabecillas del levantamiento de 1916. La proclamación de la República de Irlanda supuso el primer paso para la
independencia de los
26 condados que la forman. El caso más espeluznante es el de
James Connolly quien recibió la ráfaga de balas británicas sentado en una silla y atado porque una herida le impedía mantenerse en pie. El ambiente es frío y siniestro y el primer lugar que pisa el visitante es la antigua capilla. No en vano, el catolicismo irlandés es una forma de nacionalismo; es lo que les diferencia de los británicos y de los
unionistas del norte. Es un caso bastante distinto al de España (no sólo por el número de ciudadanos que se declaran practicantes), pues allí el catolicismo era un símbolo nacional de liberación contra el invasor. El irlandés es católico independientemente de su ideología política o sus costumbres. En los últimos años esto está cambiando aunque según cuentan quienes viven allí, no demasiado rápido.
La visita a la prisión acabó con la explicación de los colores de la bandera por parte de un guía bastante irónico, que arrancó las sonrisas de los visitantes después de tantas malas noticias: el verde era el color de los republicanos, el naranja de los unionista de Orange; enmedio el blanco representa la paz entre ambas comunidades.
ParquesEn Dublín está el parque urbano más grande de Europa:
Phoenix Park , con un zoo en su interior. Pero no es el único; el otoño es una época fantástica para pasear por los impresionantes parques dublineses, rodeados por las casas al
estilo jorgiano, como
Merrion Square donde una estatua de Oscar Wilde nos recibe como si estuviera sentado en el sofá de su casa. La obra más importante de este tipo de arquitectura es el
Dublin Castle, aunque del auténtico castillo sólo queda una torre. La construcción moderna es de ladrillo y está presidida por una estatua de la justicia que se ha ganado la animadversión de los dublineses porque está de espaldas a la ciudad.

El edificio más conocido de Dublín es probablemente el
Trinity College, un campus universitario donde se puede contemplar el
Libro de Kells, una recopilación de textos bíblicos hecha por monjes irlandeses del siglo VIII.
Vida nocturnaLa zona más conocida aunque también la más concurrida de la ciudad para tomar unas pintas es
Temple Bar, que al contrario de lo que muchos piensan no toma su nombre del pub del mismo nombre, sino del hecho de que los judíos tenían prohibido entrar en este barrio. Esto, afortunadamente ha cambiado y hoy en día es uno de los rincones de la ciudad con más movimiento. La mayoría de los pubs dublineses cuentan con música en directo, lo que les da un atractivo especial. Se dice que por eso en Dublín hay tantas bandas de música; nunca les va a faltar el trabajo.

El ambiente etílico en estos pubs lo inunda todo. Gente de todas las edades y clases sociales se hacen iguales cuando se ponen frente a la barra para pedir una pinta. En muchos además, se puede degustar una amplia variedad de platos irlandeses; uno de los más conocidos el
stew o estofado de ternera. Todos ellos van acompañados de patatas cocinadas de las más diversas formas. Si al salir del pub veis a alguna chica "vestida" con el pantalón del pijama por la calle, no es que la Guinness os haya hecho estragos (igual también): es una
knacker, el calificativo nada amistoso para las y los "kinkis" dublineses. Ellos son más... finos y van en chándal.
Dublín tiene un carácter extraño; es una ciudad abierta a todo el mundo aunque ciertamente conservadora. Es etílica, pero es extremadamente religiosa. Concentra a casi una tercera parte de la población irlandesa y es la capital de un país en el que hay más cabezas de ganado que personas. Definitivamente, hay que visitar Dublín.