martes, 25 de noviembre de 2008

Visitando Ávila

En Ávila, a poco más de una hora de Madrid se concentran todas las virtudes de las ciudades castellanas, además de su historia, su gastronomía y su arquitectura. Sería difícil decir que es la ciudad más bonita de Castilla y León, pues la competencia es exagerada, pero cada vez son más los turistas extranjeros que se guardan un día de su estancia en España para visistar la ciudad de la muralla. Ese es el principal símbolo de la ciudad: su muralla medieval de estilo románico, Patrimonio de la Humanidad desde 1985. La muralla de Ávila es la mejor conservada de España, con 2,5 kilómetros de perímetro.

La Puerta del Alcázar da acceso a la ciudad vieja desde la Plaza de Santa Teresa, más conocida por los abulenses como "El Grande". Esta plaza es uno de los puntos neurálgicos de la ciudad con sus terrazas y tiendas siempre abiertas a lugareños y visitantes. Recibe su nombre por el mercado que se situaba allí y en contraposición a la Plaza del Ayuntamiento: "El Chico".



Pero si algo hay en Ávila son iglesias. Todas ellas muy bien conservadas y de diversos estilos. La Catedral de la ciudad combina de una manera bastante peculiar un románico en decadencia con un incipiente gótico. La Iglesia de Santa Teresa acoge la que fue casa de la mística. Allí se puede visitar el huerto que ella misma cultivaba o los aposentos donde escribió algunos de sus versos más famosos. Otras iglesias muy recomendables son San Vicente y San Pedro, esta última en la Plaza de "El Grande".

Fuera de las murallas, son de obligada visita los Cuatro Postes. Este monumento fue construido en el siglo XIV cerca del río Adaja en el lugar de paso de la romería de San Leonardo. Pero su fama se debe también a Santa Teresa, pues cuenta la leyenda que allí fue donde se sacudió las zapatillas cuandos e dirigía a tierra de infieles para caer en el martirio. Aunque este dato ha sido muy discutido por sus biógrafos posteriores. Lo más espectacular de los Cuatro Postes no es el monumento en sí (un podium con cuatro pilares y una cruz de granito en el medio), sino las vistas de la muralla y la ciudad de Ávila en la lejanía; especialmente por las noches.



Lo que no es una excepción en Ávila es su copiosa gastronomía. Platos potentes para combatir el clima frío de la ciudad, la capital a más altura de toda España. Podemos empezar con unas patatas revolconas, con pimentón y ligeramente picantes o unas alubias de El Barco; la sopa castellana resucitaría a un muerto en uno de esos frecuentes días bajo cero del invierno abulense. De segundo, la oferta tampoco está nada mal: cochinillo o cordero en horno de leña. Y el plato estrella: chuletón de Ávila. Todo ello bien acompañado de vino de la tierra y, si no nos quedamos satisfechos, embutidos ibéricos. De postre, las yemas de Santa Teresa saciarán hasta el apetito de los más golosos. ¡Buen provecho!

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Dublín: un presente heredado

Esta semana nos vamos a Dublín; una ciudad en la que es imposible aburrirse. Y no sólo por sus pubs, sino también por sus calles atestadas de jóvenes de todo el mundo y por los edificios que nos recuerdan una historia convulsa y muy particular. Vayamos por partes. Un equilibrio entre juerga y turismo nos ayudará a descubrir una ciudad que cada vez enamora a más gente. Mucha gente elige Dublín como destino para pasar un periodo de sus vidas y aprender inglés. Esto es, según se dice, porque el carácter irlandés es mucho más amistoso que el inglés. Puede ser. Lo que tampoco se puede negar es que los dublineses han heredado muchos vicios de sus antiguos invasores: las apuestas, la pasión por el rugby y como no, las pintas de cerveza.

Historia y presente

En Dublín existen muchos lugares donde se puede contemplar de primera mano la fascinante historia de Irlanda. En mitad de O´Connell Street, la principal arteria de la ciudad, se levanta un pincho de acero de 120 metros de alto. The Spire, que es como se conoce, se encuentra en el lugar donde se ubicó una columna dedicada al Almirante Nelson, destruida por el IRA en 1966. Hoy es un símbolo de una ciudad moderna y con un futuro lleno de luces.



La prisión del barrio de Kilmainham, cerca de la fábrica de Guinness, es todo un símbolo nacional, pues allí fueron fusilados los principales cabecillas del levantamiento de 1916. La proclamación de la República de Irlanda supuso el primer paso para la independencia de los 26 condados que la forman. El caso más espeluznante es el de James Connolly quien recibió la ráfaga de balas británicas sentado en una silla y atado porque una herida le impedía mantenerse en pie. El ambiente es frío y siniestro y el primer lugar que pisa el visitante es la antigua capilla. No en vano, el catolicismo irlandés es una forma de nacionalismo; es lo que les diferencia de los británicos y de los unionistas del norte. Es un caso bastante distinto al de España (no sólo por el número de ciudadanos que se declaran practicantes), pues allí el catolicismo era un símbolo nacional de liberación contra el invasor. El irlandés es católico independientemente de su ideología política o sus costumbres. En los últimos años esto está cambiando aunque según cuentan quienes viven allí, no demasiado rápido.

La visita a la prisión acabó con la explicación de los colores de la bandera por parte de un guía bastante irónico, que arrancó las sonrisas de los visitantes después de tantas malas noticias: el verde era el color de los republicanos, el naranja de los unionista de Orange; enmedio el blanco representa la paz entre ambas comunidades.

Parques

En Dublín está el parque urbano más grande de Europa: Phoenix Park , con un zoo en su interior. Pero no es el único; el otoño es una época fantástica para pasear por los impresionantes parques dublineses, rodeados por las casas al estilo jorgiano, como Merrion Square donde una estatua de Oscar Wilde nos recibe como si estuviera sentado en el sofá de su casa. La obra más importante de este tipo de arquitectura es el Dublin Castle, aunque del auténtico castillo sólo queda una torre. La construcción moderna es de ladrillo y está presidida por una estatua de la justicia que se ha ganado la animadversión de los dublineses porque está de espaldas a la ciudad.



El edificio más conocido de Dublín es probablemente el Trinity College, un campus universitario donde se puede contemplar el Libro de Kells, una recopilación de textos bíblicos hecha por monjes irlandeses del siglo VIII.

Vida nocturna

La zona más conocida aunque también la más concurrida de la ciudad para tomar unas pintas es Temple Bar, que al contrario de lo que muchos piensan no toma su nombre del pub del mismo nombre, sino del hecho de que los judíos tenían prohibido entrar en este barrio. Esto, afortunadamente ha cambiado y hoy en día es uno de los rincones de la ciudad con más movimiento. La mayoría de los pubs dublineses cuentan con música en directo, lo que les da un atractivo especial. Se dice que por eso en Dublín hay tantas bandas de música; nunca les va a faltar el trabajo.



El ambiente etílico en estos pubs lo inunda todo. Gente de todas las edades y clases sociales se hacen iguales cuando se ponen frente a la barra para pedir una pinta. En muchos además, se puede degustar una amplia variedad de platos irlandeses; uno de los más conocidos el stew o estofado de ternera. Todos ellos van acompañados de patatas cocinadas de las más diversas formas. Si al salir del pub veis a alguna chica "vestida" con el pantalón del pijama por la calle, no es que la Guinness os haya hecho estragos (igual también): es una knacker, el calificativo nada amistoso para las y los "kinkis" dublineses. Ellos son más... finos y van en chándal.

Dublín tiene un carácter extraño; es una ciudad abierta a todo el mundo aunque ciertamente conservadora. Es etílica, pero es extremadamente religiosa. Concentra a casi una tercera parte de la población irlandesa y es la capital de un país en el que hay más cabezas de ganado que personas. Definitivamente, hay que visitar Dublín.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La España verde

Esta semana proponemos una ruta por el norte de España disfrutando de sus inigualables paisajes y su copiosa gastronomía. Tópicos aparte, esos paisajes montañosos y con un verde intenso durante todo el año, son siempre un destino prioritario para escapar del mundanal ruido. Empezando por las Rías Baixas y acabando en Pamplona, más de 750 kilómetros de diversión, juerga y (si hay suerte) buen tiempo. El verano es la época perfecta para visitar el norte.

Es difícil elegir un punto de partida, sobre todo porque se tienen que desechar miles de rincones de Galicia. No obstante, nos decidiremos por las Rías Baixas y un pueblo en concreto con una amplia playa y muy bien comunicado: Sanxenxo. No muy caro y con una zona de marcha muy concurrida durante todo el año: Portonovo. Muy cerca de allí, el pintoresco pueblo pesquero de Combarro es de los más bonitos de la zona. No todo es playa y fiesta en las Rías Baixas; Pontevedra y Vigo son ejemplos de que el turismo urbano también está en alza en Galicia.



Dedicad un día a las Islas Cíes, pues se tarda apenas una hora en el ferry que sale de Vigo. Estas islas son las más grandes del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia y vigilan la entrada a la Ría de Vigo. Sus playas fueron elegidas por los lectores de The Guardian como las más bellas del mundo. Anécdotas aparte, si tuviera que elegir cinco rincones naturales imprescindibles de España, las Cíes estarían en el podium. Sólo hay una edificación aunque se puede hacer noche en el camping (eso sí, recomendamos que llevéis la comida porque en el supermercado os van a clavar). Los amantes de la buena gastronomía disfrutarán de las innumerables marisquerías de O Grove donde, si tenéis suerte veréis a las mariscadoras en plena faena.

Siguiendo la costa del Cantábrico hacia Asturias, nos sorpendió un pueblo que parecía una postal: Cudillero. Sus casas de colores encaramadas a la montaña y asomadas al puerto conforman un panorama difícil de olvidar; como difíciles de olvidar son sus cuestas que os ayudarán a fortalecer las piernas. Aquí podréis regar las buenas comilonas de fabada, cabrales o cachopos con unos culines de sidra. Cuidado porque es muy traicionera: notas sus efectos cuando te levantas de la mesa.



Cantabria daría para un artículo por sí sola. Los Picos de Europa, San Vicente o Santillana del Mar del que dicen que es el pueblo de las tres mentiras: ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Pero es una preciosa villa medieval quizá demasiado llena de chiringuitos y puestos turísticos.

Euskadi: campo y ciudad

Santillana está cerca del límite con Euskadi, donde sólo nos detendremos en dos grandes ciudades: Bilbao por su rica vida nocturna y San Sebastián por sus archiconocidos "pintxos". El Bilbao de hoy poco tiene que ver con aquella ciudad industrial de los 80 aunque conserva ese carácter festivo de sus días grises. Cuando cierran sus numerosos bares dos opciones muy apetecibles: el Café Antzokia y la Sala Azkena. Ambos sitios se han popularizado tanto últimamente que suelen estar demasiado llenos; si no lo están, ¡a disfrutarlos! En el casco viejo de Donosti abundan los bares con los "pintxos" más apetecibles de todo Euskadi. Eso sí, borra el concepto de la tapa gratuita con cada consumición. Los "pintxos" se pagan... y bien.

La última parada, ya alejada de la costa es Pamplona. Navarra esconde increíbles paisajes naturales que deberían ser mencionados, pero que me perdonen quienes los echen en falta pues el espacio es limitado. Conocer Pamplona en San Fermín se está convirtiendo en una peregrinación obligada para jóvenes (y no tanto) de todo el mundo. Eso hace que la ciudad viva una semana de auténtica locura no apta para los que busquen la soledad y la calma.

Después de 752 kilómetros, mucha comida, mucha sidra, mucha playa, mucha fiesta y mucha montaña ¿aún sigues pensando que donde mejor se vive de España es en el sur?

jueves, 6 de noviembre de 2008

Xi´an eterna

En Xi´an se respira historia; historia mezclada con la polución producida por sus más de 8 millones de habitantes. El centro urbano se ha desarrollado en torno a un recinto amurallado del siglo XIV y en sus alrededores se mantienen vivos los testimonios del primer emperador de la China unida. La ciudad de Xi´an es la típica ciudad china: caótica, contaminada, masificada... pero con rincones que han aguantado el paso del tiempo y una gastronomía muy suculenta.

Ambiente musulmán

La muralla de la ciudad tiene un perímetro de 14 kilómetros y cuatro puertas: una en cada uno de los puntos cardinales. Existen puestos de alquiler de bicicletas para recorrer la muralla por la parte superior de sus muros. Hay que tener buenas piernas, pero es el único lugar de la ciudad donde tu pellejo no corre peligro de terminar debajo de un taxi. Dentro del recinto amurallado la vida bulle en los mercados y los templos. El más impresionante es la Gran Mezquita de Xi´an en el barrio islámico. En la República Popular viven 70 millones de musulmanes, fácilmente reconocibles por los peculiares gorros blancos que llevan sobre la cabeza. El recinto de la mezquita es el típico jardín oriental con varias dependencias donde los fieles se reúnen para hacer vida en comunidad. Cinco veces al día acuden al templo, que sólo puede ser observado desde el exterior por los turistas.



El barrio islámico (Beiyuan Men) acoge además un intrincado bazar y algunos locales donde se puede comer muy bien. Su especialidad son los pequeños tacos de carne de ternera que se sirven ensartados en un palo y con especias. Una opción muy sabrosa y barata. A las puertas de todos estos restaurantes se puede ver al cocinero con su peculiar gorro blanco en la cabeza y atizando las llamas con un paipay. También son muy típicos los fideos chinos con ternera, así que vas a tener que practicar con los palillos.

Vigilando siempre cómo la vida fluye por este bonito barrio, se levanta la Torre del Tambor a unos 200 metros de su gemela: la Torre de la Campana. Desde la primera se ordenaba cerrar la muralla a la caída de la noche y con el sonido de la campana se advertía a los habitantes de Xi´an de que había llegado un nuevo día. Fuera del recinto amurallado recomendamos visitar la Pagoda de la Oca, un templo budista con mucho encanto y una arquitectura única.

Los guerreros de terracota y la tumba del Emperador Qin Shi Huan

Pero el gran atractivo de Xi´an y el motivo de su fama mundial se encuentra fuera de la ciudad; a aproximadamente una hora de viaje en furgonetilla de alquiler. El precio es bastante asequible aunque los guías están obligados a parar en las tiendas de souvenirs. No es obligatorio comprar. En una especie de parque temático con varios edificios, largas colas y sobre todo, mucha gente está el gran ejército de terracota. Un verdadero ejército en formación de más de 7.000 soldados diferentes que sobrecogen el corazón del visitante que los ve en plena formación como hace 2.000 años. El yacimiento está dividido en varias zonas y se sabe que aún quedan muchos soldados por desenterrar. Originalmente estaban policromados aunque al sacarlos a la superficie la pintura se descascarilló. Poco más hay que decir de esta maravilla que nos deja ver la mentalidad del Emperador Qin Shi Huan; un megalómano obsesionado con la guerra y con la inmortalidad.



Pero si la historia de los guerreros es alucinante, la del Mausoleo de Qin sería un buen argumento para una novela. Hasta el siglo XIX, nadie había reparado en que una de las montañas de esta región escarpada podría no haber estado siempre ahí. Era cierto lo que decían los cronistas de la época: el primer Emperador se había mandado enterrar en un túmulo gigantesco con todo su séquito y con todas sus riquezas. Casi nada nuevo bajo el sol. Lo novedoso era que, según esas mismas fuentes, para proteger su descanso eterno de saqueadores, se había ideado un sistema de ríos de mercurio que haría imposible a cualquier ser humano acercarse por allí (la relación de este hombre con el mercurio es algo curioso ya que se lo llegaba a beber). Este argumento es uno de los que expone hoy el gobierno chino para no abrir el túmulo. Seguramente sea una leyenda para repeler a los ladrones, pero lo cierto es que el Mausoleo de Qin se ha convertido hoy en uno de los lugares más misteriosos de China (y para las autoridades lucrativo).



Antes de volver a la ciudad un breve paso por el Palacio de Verano de las primeras emperatrices y, aunque no lo pidáis os llevarán a contemplar una montaña donde el General Chiang-Kai-Chek escapó de la muerte y del invasor japonés antes de enfrentarse al omnipresente Mao.

Tal vez Xi´an no tenga la historia de Beijing, ni los rascacielos de Shanghai pero su atractivo centro urbano unido a la maravillosa herencia de sus alrededores la convierten en un destino imprescindible en la China de hoy.