miércoles, 17 de diciembre de 2008

Moscú, capital de Rusia

Un libro roto por su uso puede encontrarse en las manos de cualquier persona pobre en Moscú. Es una imagen poética la que puede causar en el turista ignorante de la historia del Imperio. Los libros rotos evocan utilidad, de algo habrá servido al lector… sin embargo parece que la teoría es enemiga de la práctica cuando se trata de lugares donde la justicia está en desuso (o brilla por su ausencia).

Hay un proverbio ruso que dice: "Caer está permitido ¡Levantarse es obligatorio!" La primera imagen que se refleja de los moscovitas al coger el metro de la ciudad es desoladora. Rostros cansados por una dura jornada laboral mal pagada. No parecen personas pobres, parecen desgraciados. Se refleja la injusticia del trabajo de sol a sol por un sueldo de criado.



Da la sensación de encontrarte en una sociedad paternalista que espera que el héroe de la novela salga del libro y acabe con la penuria del día a día. A pesar de eso, se levantan porque es su obligación y porque es una manera de alimentar la dignidad de un pueblo fruto de filósofos empeñados en que la igualdad de las gentes garantiza prosperidad, ¿pero quién controla esa igualdad? El poder coercitivo de Rusia no es ningún secreto.

Lo que hace falta decir es que la amabilidad y la calidez de esas mismas gentes con una privación relativa es lección para cualquier vecino. Moscú abrió sus puertas al resto del mundo en el año 1989. Visitar esta ciudad es ver por una pequeña rendija el pasado de Rusia que es parte imprescindible de la historia mundial del siglo XX. Sus avenidas inmensas y los edificios de hormigón añoran un régimen comunista, en contraste con las ventanas abiertas que enseñan otro mundo no desprovisto también de sus injusticias.



Visitar el Kremlin es observar cierta clase de poder. Te sientes libre de caminar en cualquier dirección hasta que te encuentras con una mirada tras una señal de retroceso. Vigilancia sin vigilante, parece que te hagan pensar que eres libre de hacer cualquier cosa, te tumbas en sus jardines o admiras las catedrales pero no es esa sensación de espacio abierto. Huele a poder y a control. En Moscú me sentí muy turista a pesar de mis expectativas de no conformarme con hacerme la típica foto en la plaza roja. Lo conseguí en momentos de despiste o cuando pasé una tarde entera en la 3ª plaza más grande del mundo. Pasa tanta gente de tantos lugares que hay momentos en los que tienes la sensación de que eres de allí, los demás son turistas y tú no.

En la Plaza Roja (Красная площадь) se encuentra la catedral de San Basilio con su característica imagen de caramelos de Semana Santa. Enfrente, a 1 km está el Museo de Historia; impecable e indudablemente es de chocolate. La fachada del museo no puede recordar a otra cosa que no sea una tableta gigante. A un lateral está el mausoleo de Lenin, sobrio y callado como si estuviera muerto… su presencia en monumentos y estatuas lo reviven en el paisaje antiguo que sucumbe la ciudad. Al otro lado, enfrentándose al mausoleo comunista, los centros comerciales GUM, las tiendas más elitistas de Moscú sacándole la lengua al dictador.

martes, 25 de noviembre de 2008

Visitando Ávila

En Ávila, a poco más de una hora de Madrid se concentran todas las virtudes de las ciudades castellanas, además de su historia, su gastronomía y su arquitectura. Sería difícil decir que es la ciudad más bonita de Castilla y León, pues la competencia es exagerada, pero cada vez son más los turistas extranjeros que se guardan un día de su estancia en España para visistar la ciudad de la muralla. Ese es el principal símbolo de la ciudad: su muralla medieval de estilo románico, Patrimonio de la Humanidad desde 1985. La muralla de Ávila es la mejor conservada de España, con 2,5 kilómetros de perímetro.

La Puerta del Alcázar da acceso a la ciudad vieja desde la Plaza de Santa Teresa, más conocida por los abulenses como "El Grande". Esta plaza es uno de los puntos neurálgicos de la ciudad con sus terrazas y tiendas siempre abiertas a lugareños y visitantes. Recibe su nombre por el mercado que se situaba allí y en contraposición a la Plaza del Ayuntamiento: "El Chico".



Pero si algo hay en Ávila son iglesias. Todas ellas muy bien conservadas y de diversos estilos. La Catedral de la ciudad combina de una manera bastante peculiar un románico en decadencia con un incipiente gótico. La Iglesia de Santa Teresa acoge la que fue casa de la mística. Allí se puede visitar el huerto que ella misma cultivaba o los aposentos donde escribió algunos de sus versos más famosos. Otras iglesias muy recomendables son San Vicente y San Pedro, esta última en la Plaza de "El Grande".

Fuera de las murallas, son de obligada visita los Cuatro Postes. Este monumento fue construido en el siglo XIV cerca del río Adaja en el lugar de paso de la romería de San Leonardo. Pero su fama se debe también a Santa Teresa, pues cuenta la leyenda que allí fue donde se sacudió las zapatillas cuandos e dirigía a tierra de infieles para caer en el martirio. Aunque este dato ha sido muy discutido por sus biógrafos posteriores. Lo más espectacular de los Cuatro Postes no es el monumento en sí (un podium con cuatro pilares y una cruz de granito en el medio), sino las vistas de la muralla y la ciudad de Ávila en la lejanía; especialmente por las noches.



Lo que no es una excepción en Ávila es su copiosa gastronomía. Platos potentes para combatir el clima frío de la ciudad, la capital a más altura de toda España. Podemos empezar con unas patatas revolconas, con pimentón y ligeramente picantes o unas alubias de El Barco; la sopa castellana resucitaría a un muerto en uno de esos frecuentes días bajo cero del invierno abulense. De segundo, la oferta tampoco está nada mal: cochinillo o cordero en horno de leña. Y el plato estrella: chuletón de Ávila. Todo ello bien acompañado de vino de la tierra y, si no nos quedamos satisfechos, embutidos ibéricos. De postre, las yemas de Santa Teresa saciarán hasta el apetito de los más golosos. ¡Buen provecho!

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Dublín: un presente heredado

Esta semana nos vamos a Dublín; una ciudad en la que es imposible aburrirse. Y no sólo por sus pubs, sino también por sus calles atestadas de jóvenes de todo el mundo y por los edificios que nos recuerdan una historia convulsa y muy particular. Vayamos por partes. Un equilibrio entre juerga y turismo nos ayudará a descubrir una ciudad que cada vez enamora a más gente. Mucha gente elige Dublín como destino para pasar un periodo de sus vidas y aprender inglés. Esto es, según se dice, porque el carácter irlandés es mucho más amistoso que el inglés. Puede ser. Lo que tampoco se puede negar es que los dublineses han heredado muchos vicios de sus antiguos invasores: las apuestas, la pasión por el rugby y como no, las pintas de cerveza.

Historia y presente

En Dublín existen muchos lugares donde se puede contemplar de primera mano la fascinante historia de Irlanda. En mitad de O´Connell Street, la principal arteria de la ciudad, se levanta un pincho de acero de 120 metros de alto. The Spire, que es como se conoce, se encuentra en el lugar donde se ubicó una columna dedicada al Almirante Nelson, destruida por el IRA en 1966. Hoy es un símbolo de una ciudad moderna y con un futuro lleno de luces.



La prisión del barrio de Kilmainham, cerca de la fábrica de Guinness, es todo un símbolo nacional, pues allí fueron fusilados los principales cabecillas del levantamiento de 1916. La proclamación de la República de Irlanda supuso el primer paso para la independencia de los 26 condados que la forman. El caso más espeluznante es el de James Connolly quien recibió la ráfaga de balas británicas sentado en una silla y atado porque una herida le impedía mantenerse en pie. El ambiente es frío y siniestro y el primer lugar que pisa el visitante es la antigua capilla. No en vano, el catolicismo irlandés es una forma de nacionalismo; es lo que les diferencia de los británicos y de los unionistas del norte. Es un caso bastante distinto al de España (no sólo por el número de ciudadanos que se declaran practicantes), pues allí el catolicismo era un símbolo nacional de liberación contra el invasor. El irlandés es católico independientemente de su ideología política o sus costumbres. En los últimos años esto está cambiando aunque según cuentan quienes viven allí, no demasiado rápido.

La visita a la prisión acabó con la explicación de los colores de la bandera por parte de un guía bastante irónico, que arrancó las sonrisas de los visitantes después de tantas malas noticias: el verde era el color de los republicanos, el naranja de los unionista de Orange; enmedio el blanco representa la paz entre ambas comunidades.

Parques

En Dublín está el parque urbano más grande de Europa: Phoenix Park , con un zoo en su interior. Pero no es el único; el otoño es una época fantástica para pasear por los impresionantes parques dublineses, rodeados por las casas al estilo jorgiano, como Merrion Square donde una estatua de Oscar Wilde nos recibe como si estuviera sentado en el sofá de su casa. La obra más importante de este tipo de arquitectura es el Dublin Castle, aunque del auténtico castillo sólo queda una torre. La construcción moderna es de ladrillo y está presidida por una estatua de la justicia que se ha ganado la animadversión de los dublineses porque está de espaldas a la ciudad.



El edificio más conocido de Dublín es probablemente el Trinity College, un campus universitario donde se puede contemplar el Libro de Kells, una recopilación de textos bíblicos hecha por monjes irlandeses del siglo VIII.

Vida nocturna

La zona más conocida aunque también la más concurrida de la ciudad para tomar unas pintas es Temple Bar, que al contrario de lo que muchos piensan no toma su nombre del pub del mismo nombre, sino del hecho de que los judíos tenían prohibido entrar en este barrio. Esto, afortunadamente ha cambiado y hoy en día es uno de los rincones de la ciudad con más movimiento. La mayoría de los pubs dublineses cuentan con música en directo, lo que les da un atractivo especial. Se dice que por eso en Dublín hay tantas bandas de música; nunca les va a faltar el trabajo.



El ambiente etílico en estos pubs lo inunda todo. Gente de todas las edades y clases sociales se hacen iguales cuando se ponen frente a la barra para pedir una pinta. En muchos además, se puede degustar una amplia variedad de platos irlandeses; uno de los más conocidos el stew o estofado de ternera. Todos ellos van acompañados de patatas cocinadas de las más diversas formas. Si al salir del pub veis a alguna chica "vestida" con el pantalón del pijama por la calle, no es que la Guinness os haya hecho estragos (igual también): es una knacker, el calificativo nada amistoso para las y los "kinkis" dublineses. Ellos son más... finos y van en chándal.

Dublín tiene un carácter extraño; es una ciudad abierta a todo el mundo aunque ciertamente conservadora. Es etílica, pero es extremadamente religiosa. Concentra a casi una tercera parte de la población irlandesa y es la capital de un país en el que hay más cabezas de ganado que personas. Definitivamente, hay que visitar Dublín.

miércoles, 12 de noviembre de 2008

La España verde

Esta semana proponemos una ruta por el norte de España disfrutando de sus inigualables paisajes y su copiosa gastronomía. Tópicos aparte, esos paisajes montañosos y con un verde intenso durante todo el año, son siempre un destino prioritario para escapar del mundanal ruido. Empezando por las Rías Baixas y acabando en Pamplona, más de 750 kilómetros de diversión, juerga y (si hay suerte) buen tiempo. El verano es la época perfecta para visitar el norte.

Es difícil elegir un punto de partida, sobre todo porque se tienen que desechar miles de rincones de Galicia. No obstante, nos decidiremos por las Rías Baixas y un pueblo en concreto con una amplia playa y muy bien comunicado: Sanxenxo. No muy caro y con una zona de marcha muy concurrida durante todo el año: Portonovo. Muy cerca de allí, el pintoresco pueblo pesquero de Combarro es de los más bonitos de la zona. No todo es playa y fiesta en las Rías Baixas; Pontevedra y Vigo son ejemplos de que el turismo urbano también está en alza en Galicia.



Dedicad un día a las Islas Cíes, pues se tarda apenas una hora en el ferry que sale de Vigo. Estas islas son las más grandes del Parque Nacional Marítimo-Terrestre de las Islas Atlánticas de Galicia y vigilan la entrada a la Ría de Vigo. Sus playas fueron elegidas por los lectores de The Guardian como las más bellas del mundo. Anécdotas aparte, si tuviera que elegir cinco rincones naturales imprescindibles de España, las Cíes estarían en el podium. Sólo hay una edificación aunque se puede hacer noche en el camping (eso sí, recomendamos que llevéis la comida porque en el supermercado os van a clavar). Los amantes de la buena gastronomía disfrutarán de las innumerables marisquerías de O Grove donde, si tenéis suerte veréis a las mariscadoras en plena faena.

Siguiendo la costa del Cantábrico hacia Asturias, nos sorpendió un pueblo que parecía una postal: Cudillero. Sus casas de colores encaramadas a la montaña y asomadas al puerto conforman un panorama difícil de olvidar; como difíciles de olvidar son sus cuestas que os ayudarán a fortalecer las piernas. Aquí podréis regar las buenas comilonas de fabada, cabrales o cachopos con unos culines de sidra. Cuidado porque es muy traicionera: notas sus efectos cuando te levantas de la mesa.



Cantabria daría para un artículo por sí sola. Los Picos de Europa, San Vicente o Santillana del Mar del que dicen que es el pueblo de las tres mentiras: ni es santa, ni es llana, ni tiene mar. Pero es una preciosa villa medieval quizá demasiado llena de chiringuitos y puestos turísticos.

Euskadi: campo y ciudad

Santillana está cerca del límite con Euskadi, donde sólo nos detendremos en dos grandes ciudades: Bilbao por su rica vida nocturna y San Sebastián por sus archiconocidos "pintxos". El Bilbao de hoy poco tiene que ver con aquella ciudad industrial de los 80 aunque conserva ese carácter festivo de sus días grises. Cuando cierran sus numerosos bares dos opciones muy apetecibles: el Café Antzokia y la Sala Azkena. Ambos sitios se han popularizado tanto últimamente que suelen estar demasiado llenos; si no lo están, ¡a disfrutarlos! En el casco viejo de Donosti abundan los bares con los "pintxos" más apetecibles de todo Euskadi. Eso sí, borra el concepto de la tapa gratuita con cada consumición. Los "pintxos" se pagan... y bien.

La última parada, ya alejada de la costa es Pamplona. Navarra esconde increíbles paisajes naturales que deberían ser mencionados, pero que me perdonen quienes los echen en falta pues el espacio es limitado. Conocer Pamplona en San Fermín se está convirtiendo en una peregrinación obligada para jóvenes (y no tanto) de todo el mundo. Eso hace que la ciudad viva una semana de auténtica locura no apta para los que busquen la soledad y la calma.

Después de 752 kilómetros, mucha comida, mucha sidra, mucha playa, mucha fiesta y mucha montaña ¿aún sigues pensando que donde mejor se vive de España es en el sur?

jueves, 6 de noviembre de 2008

Xi´an eterna

En Xi´an se respira historia; historia mezclada con la polución producida por sus más de 8 millones de habitantes. El centro urbano se ha desarrollado en torno a un recinto amurallado del siglo XIV y en sus alrededores se mantienen vivos los testimonios del primer emperador de la China unida. La ciudad de Xi´an es la típica ciudad china: caótica, contaminada, masificada... pero con rincones que han aguantado el paso del tiempo y una gastronomía muy suculenta.

Ambiente musulmán

La muralla de la ciudad tiene un perímetro de 14 kilómetros y cuatro puertas: una en cada uno de los puntos cardinales. Existen puestos de alquiler de bicicletas para recorrer la muralla por la parte superior de sus muros. Hay que tener buenas piernas, pero es el único lugar de la ciudad donde tu pellejo no corre peligro de terminar debajo de un taxi. Dentro del recinto amurallado la vida bulle en los mercados y los templos. El más impresionante es la Gran Mezquita de Xi´an en el barrio islámico. En la República Popular viven 70 millones de musulmanes, fácilmente reconocibles por los peculiares gorros blancos que llevan sobre la cabeza. El recinto de la mezquita es el típico jardín oriental con varias dependencias donde los fieles se reúnen para hacer vida en comunidad. Cinco veces al día acuden al templo, que sólo puede ser observado desde el exterior por los turistas.



El barrio islámico (Beiyuan Men) acoge además un intrincado bazar y algunos locales donde se puede comer muy bien. Su especialidad son los pequeños tacos de carne de ternera que se sirven ensartados en un palo y con especias. Una opción muy sabrosa y barata. A las puertas de todos estos restaurantes se puede ver al cocinero con su peculiar gorro blanco en la cabeza y atizando las llamas con un paipay. También son muy típicos los fideos chinos con ternera, así que vas a tener que practicar con los palillos.

Vigilando siempre cómo la vida fluye por este bonito barrio, se levanta la Torre del Tambor a unos 200 metros de su gemela: la Torre de la Campana. Desde la primera se ordenaba cerrar la muralla a la caída de la noche y con el sonido de la campana se advertía a los habitantes de Xi´an de que había llegado un nuevo día. Fuera del recinto amurallado recomendamos visitar la Pagoda de la Oca, un templo budista con mucho encanto y una arquitectura única.

Los guerreros de terracota y la tumba del Emperador Qin Shi Huan

Pero el gran atractivo de Xi´an y el motivo de su fama mundial se encuentra fuera de la ciudad; a aproximadamente una hora de viaje en furgonetilla de alquiler. El precio es bastante asequible aunque los guías están obligados a parar en las tiendas de souvenirs. No es obligatorio comprar. En una especie de parque temático con varios edificios, largas colas y sobre todo, mucha gente está el gran ejército de terracota. Un verdadero ejército en formación de más de 7.000 soldados diferentes que sobrecogen el corazón del visitante que los ve en plena formación como hace 2.000 años. El yacimiento está dividido en varias zonas y se sabe que aún quedan muchos soldados por desenterrar. Originalmente estaban policromados aunque al sacarlos a la superficie la pintura se descascarilló. Poco más hay que decir de esta maravilla que nos deja ver la mentalidad del Emperador Qin Shi Huan; un megalómano obsesionado con la guerra y con la inmortalidad.



Pero si la historia de los guerreros es alucinante, la del Mausoleo de Qin sería un buen argumento para una novela. Hasta el siglo XIX, nadie había reparado en que una de las montañas de esta región escarpada podría no haber estado siempre ahí. Era cierto lo que decían los cronistas de la época: el primer Emperador se había mandado enterrar en un túmulo gigantesco con todo su séquito y con todas sus riquezas. Casi nada nuevo bajo el sol. Lo novedoso era que, según esas mismas fuentes, para proteger su descanso eterno de saqueadores, se había ideado un sistema de ríos de mercurio que haría imposible a cualquier ser humano acercarse por allí (la relación de este hombre con el mercurio es algo curioso ya que se lo llegaba a beber). Este argumento es uno de los que expone hoy el gobierno chino para no abrir el túmulo. Seguramente sea una leyenda para repeler a los ladrones, pero lo cierto es que el Mausoleo de Qin se ha convertido hoy en uno de los lugares más misteriosos de China (y para las autoridades lucrativo).



Antes de volver a la ciudad un breve paso por el Palacio de Verano de las primeras emperatrices y, aunque no lo pidáis os llevarán a contemplar una montaña donde el General Chiang-Kai-Chek escapó de la muerte y del invasor japonés antes de enfrentarse al omnipresente Mao.

Tal vez Xi´an no tenga la historia de Beijing, ni los rascacielos de Shanghai pero su atractivo centro urbano unido a la maravillosa herencia de sus alrededores la convierten en un destino imprescindible en la China de hoy.

jueves, 23 de octubre de 2008

Tenerife es mucho más que sol y playas

Si alguien nos dice que se va de vacaciones a Tenerife, enseguida pensamos: playas, guiris, juerga y buen tiempo. A lo largo de este artículo voy a intentar mostrar una cara diferente, pero mucho más atractiva para los amantes de ese "otro" turismo. La isla de Tenerife tiene dos partes muy bien definidas separadas por el impresionante Parque Nacional del Teide. Por un lado, el sur de grandes complejos hoteleros y especulación salvaje, visitado por turistas ingleses durante todo el año y con una rica vida nocturna. Por otro, el norte y oeste de la isla, que guardan durante todo el año el verdor de sus montañas y sus acantilados.



El Teide es el pico más alto de España (con 3.718 metros sobre el nivel del mar) que se erige imponente y visible desde toda la isla. Vale la pena subir andando hasta el mismo cráter (para eso hay que pedir un permiso en Santa Cruz), pasar la noche en el refugio y ver amanecer desde la cima. Si el día está claro se ven sin problemas todas las islas occidentales además de Gran Canaria. Si andar no es lo tuyo, la carretera que va desde La Laguna por la Esperanza hasta el Parque Nacional es la más espectacular. Para en todos los miradores, especialmente en el de Ortuño donde podrás contemplar la riqueza forestal de la isla (foto 1) y, si el día te lo permite, en la cara norte, el mar de nubes. Al ver las nubes desde arriba éstas se transforman en una especie de océano blanco en calma.

Teno y la zona de los barrancos

La punta de Teno es el pico más occidental de la Isla (el culo del pato). Se llega a través de una carretera peligrosa en la que suele haber desprendimientos por el fuerte viento que durante todo el año azota esta zona. Las vistas desde Teno son majestuosas con los acantilados de Los Gigantes (el nombre es bastante apropiado) dominando el panorama como inmensas paredes verticales que salen del mar. Desde Teno podemos coger dirección sur para atravesar la zona de Masca y los barrancos. Aunque el listón está muy alto, yo me atrevería a decir que estamos hablando de la parte más espectacular de todo Tenerife (foto 2). Aquí también existen rutas a pie que bajan el barranco hasta la playa, donde un barco va a recogernos y nos deja en Los Gigantes. No es apta para quienes sufren de vértigo, pues aunque no es peligrosa, esta ruta pasa muy cerca de los impresionantes riscos que se conservan verdes durante todo el año.



Turismo urbano

En el norte de Tenerife se encuentran también los pueblos más bonitos. Empezando por La Laguna, sede de la universidad y ciudad de estudiantes por excelencia. El centro urbano es Patrimonio de la Humanidad y sus casas señoriales del siglo XVI son el típico ejemplo de la arquitectura colonial española que después se llevaría a América (foto 3). La Laguna tiene la vida nocturna más rica de todo el norte de Tenerife.

En pleno Valle de la Orotava encontramos en municipio que le da nombre al valle. La Villa de la Orotava es una ciudad señorial donde habitaba la nobleza local. Sus grandes casas y palacetes y sus calles empedradas la convierten en la ciudad con más encanto de toda la Isla. Al lado de esta villa y con una arquitectura muy parecida está Icod de los Vinos, famosa por su Drago milenario, vigilado desde arriba por la cara norte del Teide.

Siguiendo la costa norte, aunque más cerca de Teno nos encontramos con el pueblecito de Garachico. Esta antigua ciudad pescadora conserva su encanto aunque ha vendido parte de su alma al turismo.



Playas

Aunque siempre se habla de las playas del sur de Tenerife como las únicas para visitar en toda la isla, las más espectaculares están en el norte. Son todas de arena negra y la mayoría de difícil acceso. A la playa de Los Patos en el Puerto de la Cruz sólo se puede llegar andando después de bajar durante unos 15 minutos por un camino abierto en el acantilado. El mar suele ser bravo en esta zona; por eso es un paraíso para los surfistas que vienen durante todo el año. Eso sí, el tiempo de playa suele acompañar más en el sur.

martes, 21 de octubre de 2008

Querrás regresar a Estambul

Cuando uno escribe sobre Estambul podría empezar echando mano de algún tópico de esos tan recurrentes: que si es una ciudad única (¿acaso hay alguna ciudad que no lo sea?), que si es un puente entre dos culturas y dos mundos, que si es como trasladarnos a las 1001 noches o insertarnos en una novela de Orhan Pamuk... El gran escritor turco tituló “Nieve” a los recuerdos de su infancia en Estambul. Y eso fue lo que nos encontramos nada más aterrizar: la antigua Constantinopla cubierta por un denso manto blanco. Visitar Estambul es siempre una delicia, pero si además, la ciudad te obsequia con una de sus nevadas invernales, corres el riesgo de quedar hechizado para el resto de tu vida.



Contrastes y gentes

Estambul es un microuniverso que concentra en sus calles toda la esencia turca: su historia, sus tradiciones y también sus contradicciones. Estambul es Istiklal, la calle comercial, donde los jóvenes se pasean en vaqueros, minifaldas o con el pelo pintado, como lo pueden hacer por la Gran Vía de Madrid o los Campos Elíseos de París. Estambul también es una mujer tapada de pies a cabeza que sólo enseña unos expresivos ojos pardos o un hombre con un enorme mostacho que invita amablemente a los turistas a tomar un té de manzana donde se ahogan las prisas. Estambul son mezquitas y retratos de Atatürk en cada tienda. Es pasión por el fútbol. Es el Bósforo. Son los pescadores que atestan el Puente Gálata bajo la atenta mirada del antiguo faro que guiaba a los barcos por el Cuerno de Oro. Estambul son sus atardeceres. Pero, sobre todo, Estambul es su gente hospitalaria y orgullosa. Y sus monumentos.



La Mezquita Azul, la más grande de la ciudad, es la única en todo el mundo con seis minaretes que se yerguen orgullosos frente a Santa Sofía. Esta imponente construcción bizantina está en obras constantes, pues el paso de los años y los terremotos han hecho que su pesada bóveda ponga en peligro la estructura. Dentro se conservan algunos de los más famosos mosaicos del Imperio Romano de Oriente. A la espalda de Ayasofya, el Palacio de Topkapi nos recuerda a Versalles por ser el centro de la corte otomana y por su decoración barroca del siglo XVIII. La Torre Gálata tiene las vistas más espectaculares de todo Estambul. Desde allí es imposible contar el número de banderas turcas y minaretes que dibujan el perfil de la ciudad. Es igual de difícil que encontrar el final de esta inmensa urbe de 11 millones de habitantes.

Piérdete por sus calles

A pesar de la belleza de sus monumentos, lo más recomendable para recorrer Estambul y empaparse bien de su peculiar atmósfera es dejar la guía en casa y reservar, al menos, un par de días para perderse por sus barrios. Allí es donde se cuece el auténtico Estambul; el olor a carne especiada, la llamada a la oración y el caos de su tráfico en hora punta. Estambul también puede presumir de una rica vida nocturna como cualquier otra ciudad europea. Podemos disfrutar de bares y discotecas gratis hasta altas horas de la madrugada o saborear una Efes Pilsen (muy recomendable) desde una de las miles de terrazas cercanas a la Plaza de Taksim.

Estambul tiene la capacidad de enamorar a quien la visita. Cuando la abandonas, piensas en ella todos los días deseando regresar. Aunque sólo pases una semana allí echarás de menos el Gran Bazar, el barrio de Pera o la Torre Gálata como si los hubieras tenido siempre y el olvido te los quisiera arrebatar de la memoria.

lunes, 20 de octubre de 2008

Londres, una ciudad que invita a quedarse

Hace poco alguien me dijo que todo el mundo debería pasar una temporada de su vida en Londres. No será por su exquisita gastronomía, ni por su tiempo paradisíaco, ni siquiera por el carácter sencillo de su gente. Pero todo eso, queda en segundo plano en una de las ciudades más activas del mundo. Lo cierto es que siempre hay algo que hacer en Londres: recorrer sus históricas calles, visitar sus innumerables museos, disfrutar de una extensa oferta cultural en sus teatros, frecuentar sus peculiares bares o comprar de todo en sus tiendas y mercadillos callejeros.

En las calles de Londres se mezclan gentes de todo tipo y procedencia. Estamos hablando, probablemente, de la ciudad más multicultural del mundo donde se combina el estilo de vida capitalista occidental de los ejecutivos de la City con las tradiciones más peculiares de todos los rincones del mundo. Más allá de los típicos monumentos (de visita obligatoria, por otra parte) son muy recomendables algunos rincones no tan turísticos como la placita Mile´s Yard en pleno Soho, con sus casitas de colores y sus terrazas para el buen tiempo. Los paseos por la capital británica son el plan más económico, sin duda, y seguro, el que más sorpresas puede deparar al visitante. Sorpresas como las pinturas del artista callejero Banksy; una colección de obras cargadas de reivindicación y dispersas por todos los rincones de Londres.



Vida cultural

Pero sin duda, el gran atractivo de Londres son sus numerosos y variados museos. Los amantes de la pintura no pueden dejar de visitar la National Gallery, un imponente edificio neoclásico en la cabecera de Trafalgar Square. Allí se pueden contemplar cuadros como “El Matrimonio Arnolfini” de Van Eyck. Para los que prefieren el arte moderno, en una antigua central eléctrica a orillas del Támesis, pueden visitar la Modern Tate Gallery que posee una gran colección de obras del siglo XX. Artistas como Dalí o Warhol son admirados a diario por miles de visitantes en esta galería.
Otra visita imprescindible es el British Museum aunque el visitante se dará cuenta de que debe elegir lo que quiere ver o repetir varios días. En el British se expone la mayor colección de objetos arqueológicos de Egipto, Grecia y Roma. Una colección tan grande que provoca en el visitante una duda razonable sobre la legitimidad con que fue adquirida. Un británico nos diría que gracias a que los súbditos de su Majestad se hicieron con esas piezas, hoy pueden contemplarse. Polémicas aparte, el British es una parada obligatoria para conocer mejor los orígenes de la civilización.



La entrada a todos los museos de Londres es gratuita. Otro plan cultural muy interesante es la visita a los teatros y musicales del West End aunque para ello sí debemos contar con gastarnos algunas libras. Junto a Broadway en Nueva York, el West End es el lugar con más oferta de musicales por metro cuadrado del mundo. Algunos recién estrenados y otros como “Cats” o “Los Miserables”, que presume de ser el que más tiempo se ha mantenido en cartel ininterrumpidamente (nada menos que desde 1985).

Ocio y negocio

Con la caída de la noche, la vida empieza a bullir en algunos rincones de la ciudad a un ritmo diferente. Camden Town, un barrio entero consagrado al “mercadilleo” por el día, se transforma durante la noche en lugar de encuentro de todo tipo de tribus urbanas. Quizá es el mercado al aire libre más famoso del Reino Unido aunque su carácter callejero no lo convierte precisamente en barato. Muchas baratijas, complementos, ropa, joyas... También en el centro de la ciudad podemos encontrar una intensa vida nocturna. Se puede empezar tomando una (o varias) pinta(s) en alguna de los típicos pubs ingleses. A las once y media la campana nos recuerda que debemos pedir la última y continuar la fiesta en otro lugar. Aunque tampoco os hagáis ilusiones porque si lo que queréis es salir a bailar sin pagar, será difícil encontrar un sitio que aguante más de las dos. A partir de esa hora, en los clubs se reúne la gente más “selecta” de Londres.

Es muy difícil reunir en un solo artículo todas las posibilidades que nos brinda la ciudad de Londres. Seguro que alguien echa en falta que hable de los paseos por Nothing Hill o por los increíbles parques que pueblan la ciudad del Támesis. Los aficionados al fútbol pensarán que me equivoco dejando de lado una visita al mítico estadio de Wembley o a Stamford Bridge. Lo cierto es que para sacarle todo el partido a Londres todo el mundo debería pasar una temporada de su vida allí.